martes, 26 de julio de 2011

Aclarando conceptos


Es una locura, porque el buscador no es más que un “alguien” imaginario que proyecta una respuesta imaginaria. La Conciencia es la que aparece en forma de todo, la que juega a eso, la que se experimenta a sí misma en todas esas formas distintas.

Desde el punto de vista del juego de la búsqueda, lo que parece importante, con respecto al desarrollo de las charlas, es que, al principio, un personaje asiste a las charlas porque anda buscando lo que se suele llamar “la Iluminación” o “el Despertar”, es decir, un acontecimiento que sucederá en un futuro. Por eso, al principio, todos estos conceptos de Conciencia (con sus aspectos de consciencia y de contenido de la consciencia) le parecen útiles. Como se nos recuerda tantas veces cuál es nuestra verdadera naturaleza, el “yo” acaba perdiendo la máscara y la búsqueda empieza a esfumarse: más que de la búsqueda de lo extraordinario, de lo que se trata es de toparse con lo cotidiano, pero sin la tensión de la búsqueda. El “yo” queda desenmascarado y se vive una vida corriente. Entonces, se ve que todo lo demás –lo que antes resultaba tan profundo, todo ese montaje de la búsqueda de la Iluminación- es una mierda.

Nathan Gill

lunes, 4 de julio de 2011

Pequeño diálogo con Nathan Gill



No deja de ser una paradoja que el hecho de reconocer nuestra verdadera naturaleza no revista ningún mérito en absoluto.

Sí, sólo tiene “mérito” desde el punto de vista de la identificación con el personaje.

Entonces, uno “ve” que, simplemente, forma parte de la película que se está proyectando en esta habitación, en este momento.

Sí, pero no es el personaje quien lo ve: no es “alguien” que lo ve.

Entonces, ¿no reviste ningún mérito?

No, ése es el guión: que hay un mérito. Ésa es la película.

¿No hay buscador? , ¿no hay camino?

No, sólo en apariencia.

Entonces, ¿ya no hay más entusiasmo?

Puede haber entusiasmo y puede no haberlo. A menudo, lo que se entiende por entusiasmo es esa esperanza de “despertar” o de “iluminarse” proyectándose sin cesar como un plan de futuro: el “subidón” de asistir a distintas reuniones, de comprarse un libro nuevo, de buscar el nirvana…

No obstante, sentada en esta silla, está brotando una insatisfacción por lo que está sucediendo en este momento a causa de todo lo que le han ido contando a una durante toda la vida hasta ahora: las expectativas, las esperanzas, el camino, el buscador y todo tipo de escenarios. Pero, en realidad, no hay nada… y eso le deja a una abatida… incluso, tremendamente abatida, casi completamente desolada… no resulta agradable.

Lo que tú llamas “abatimiento” no es más que la paz y el desahogo que siempre ha existido. Lo que ocurre es que ahora han sido despojados del “entusiasmo” de la búsqueda, las esperanzas, el esfuerzo, el progreso… Ahí se está produciendo ahora ese desmoronamiento de la identificación con el personaje: quizás, al principio, no parezca suficiente con dejarse descansar en la existencia y ese “abatimiento” sea una forma de llorar la pérdida de esa aventura de capa y espada que constituye la búsqueda.
Lo único que se busca es un desahogo que ya existe aquí mismo, pero uno está sumido en la apasionante búsqueda del desahogo en lugar de descansar siéndolo.
En lo que se refiere al desmoronamiento de la identificación con el personaje, hay veces en que el “yo” no queda completamente desenmascarado y esa asunción del personaje se acompaña de cierta sensación de estar incompleto: sientes que te falta algo. Sin embargo, en cuanto se produce un movimiento en busca de la Plenitud, el “yo” queda desenmascarado. Como se deja de considerar que la búsqueda de la Plenitud es una posibilidad, el “yo” vuelve a desmoronarse. Algunos denominan a esto “estar en el desierto”; su misma idea, de por sí, se convierte en otro enfoque para los pensamientos: el “juego de la espera” como parte del guión. “Estoy en el desierto”, como una versión más de la búsqueda.

Todo lo que dices –todo lo que llevas diciendo toda la tarde- me parece muy bien, pero tengo el corazón vacío. El reconocimiento… Hablas de reconocimiento: intelectualmente, lo entiendo muy bien pero, si en algún momento he vislumbrado algo, ha sido con el corazón. Todo esto me parece estéril mientras que, anteriormente, se han producido en mí experiencias acompañadas de un impresionante entusiasmo, o de alegría, de amor, de sensaciones de ese tipo… y de un alivio tremendo.

Sí, por supuesto. Todo eso corresponde a la película multicolor de la vida. Cuando se ve que todo son, sencillamente, escenas de la película que surgen en el momento presente, todo está permitido: la alegría, el amor… aunque también el desencanto.

Es como si fueras un paisaje y, cuando desaparece toda la frondosidad de la vegetación, no hay más que desierto. No es más que un paisaje, ¿verdad?

Sí, el “paisaje” es una buena analogía. A veces, en el paisaje hay alegría, otras veces, hay desolación. A veces, está verde y, otras, pardo.

Cuando se está inmerso en la película, las experiencias de dicha constituyen “la respuesta”, la escapatoria, mientras que las experiencias horribles son aquello de lo que intentamos escapar.

Eso es, exactamente, mientras que, en cada momento presente en que queda desenmascarada la inmersión, se desmorona y es percibida como consciencia y contenido de la consciencia: la Plenitud, la Unidad, la Presencia, Lo-Que-Es.


Nathan Gill


sábado, 2 de julio de 2011

Diálogo 3.12


Lo más divertido de todo esto es que –si es verdad (como me está empezando a parecer que es) que cada momento es una invitación para ver eso- al mismo tiempo que vas como un loco de un lado para otro haciendo esto o aquello, en cada instante siempre hay algo que te dice:”¡Párate y mira!”.

Claro, ese mensaje se cuela entre toda esa prisa: se cuela en el juego de recordarnos nuestra verdadera naturaleza.

Yo me he llegado a sentir exhausto de tanto buscar y no encontrar nada. Me he sentido absolutamente agotado, harto, hasta diría que deprimido, porque me daba cuenta de que nada de esto tiene ningún sentido, pero continuaba, aunque no se me desvelaba nada: seguía esperando a que se produjera algún tipo de Despertar.

Siempre se hace una proyección hacia el futuro, aunque sea de forma sutil, como el juego de la espera.

No me refiero a sumirme en la dicha suprema… aunque también debo decir que ese “desahogo”, esa “facilidad”, esa sensación de permitir que penetre en tu vida la belleza de todo lo que sucede a tu alrededor –de abrazarlo, por así decirlo- no se me ha ocurrido nunca. Hace muchos años que no siento nada así. Supongo que eso también formará parte del guión pero, en el fondo, sigo creyendo que, si no consigo algo, a menos que esté a lo mío –igual que todos los demás, que parecen estar a lo suyo- habré fracasado.

Al identificarnos con el personaje, nos parece que nosotros hacemos todas las cosas porque las ideas surgen junto con las acciones. El guión nos dice que “yo estoy haciendo tal cosa” mientras que, en realidad, las imágenes aparecen proyectadas en la pantalla y el relato mental discurre simultáneamente.

Me acabo de dar cuenta de lo que acabo de hacer al hablar: me he dividido en dos al decir “yo” o “mi experiencia”. Sin embargo, eso sólo sucede dentro de la película, donde parece que hagamos eso.

Sí, ahora bien, cuando se acaba el juego de la búsqueda, no importa que se utilicen los términos “yo”, “mí” o “mío”, porque ya no hacen referencia a la identificación con el personaje.

Lo personal.

Exacto.


Nathan Gill