martes, 27 de diciembre de 2011

Diálogo 5.11

Hay veces que estás tan absorto en la actividad que estás haciendo, que te olvidas completamente de ti mismo.

Sí, pero no es que tú estés absorto: sólo hay absorción.

Sin embargo, después, cuando sales de ese estado, por así decirlo, te acuerdas de que te has quedado absorto.

Porque reaparece el “yo”.

Entonces, supongo que se podría decir: “¡Quién estuviera absorto!”.

Sí, suele deberse a que ese ansiado despojarse del “yo” se manifiesta en forma de distracción, dentro de la película.

Somos justamente tal y como somos –eso es lo que tú dices- y el “yo” es parte íntegra de todo eso.

Sí, es un elemento natural del decorado. No hay ninguna necesidad de despojarse del “yo”, sencillamente se le quita la máscara.

Simplemente, se ve el “yo” tal y como es realmente.

Sí, se constata que la tensión producida por la identificación con el “yo” es lo que motiva la búsqueda de distracción o de escape. Pero, cuando se ve en qué consiste realmente el “yo”, el guión se vive en el presente. A veces puede resultar incómodo.

Y ese “sentirse incómodo” es lo que provoca toda esa sensación de: No quiero esto: quiero algo más. Quiero llegar de A a B”, es decir, el deseo de salirse de esto y de conseguir otra cosa.

Sí, surge la incomodidad y, cada vez que se asume el “yo” –“Estoy incómodo”-, el “yo” quiere salir, escaparse.

Pero no hay forma de escaparse.

No hay nadie para escaparse: no es más que una idea.

Pero ¿por qué la consciencia opta por olvidarse tan completamente de sí misma?

No hay absolutamente ninguna razón, de la misma forma que no hay ninguna razón para que se proyecte una imagen en la pantalla. Simplemente, está ahí: son una serie de imágenes que, aparentemente, constituyen un relato, pero no son más que una serie de imágenes encadenadas que aparecen en la consciencia.

Nathan Gill

Diálogo 5.10

Ésa es su absoluta sencillez: consciencia y su contenido… consciencia y contenido: los dos aspectos de la Unidad, de la Plenitud, del presente, de Lo-Que-Es; y la búsqueda de un recordar permanente es lo que constituye la obra de teatro.

Y nos creemos que eso es “ser consciente”.

Sí.

Resulta increíble cuando lees que todos los objetos que son aparentemente consistentes, en realidad, son básicamente espacio, energía… Pero eso es otra historia, ¿verdad?

Sí, es interesante pero la cualidad embelesadora de la película vuelve a prevalecer y uno se involucra en un relato de científicos y átomos.

Pero, desde dentro de la película, resulta fascinante que los videntes de la antigüedad fueran, supuestamente, capaces de ver lo que hoy en día están descubriendo nuestros científicos. Desde dentro de la película, es fascinante que, mil años después, se estén redescubriendo los mismos conocimientos, y uno se pregunta: “¿Cómo harían esos hombres para conseguir ver todo eso sin generadores de partículas?”.

Sí, es tan fascinante que pasa desapercibido que se trata de un cuento que surge en el momento presente; que toda esa “historia de la antigüedad” aparece en el presente en forma de un cuento que tiene la capacidad de embelesar. Hay una tendencia constante por fascinarse con la película y pasar por alto el hecho de que autodefinirse como el “yo” constituye la base de toda esta divagación.

Desde luego, pero hay cosas del contenido que resultan fascinantes.

Por supuesto, pero la naturaleza de esta escena de la película de la vida, hoy, aquí, consiste en que se te está recordando tu verdadera naturaleza, gracias a lo cual se puede desenmascarar el embelesamiento que produce el fascinante guión de la película.

Pero si se produce una distracción es porque eso es “lo que existe”. ¿Al fin y al cabo, la distracción no es como cualquier otra cosa?

Efectivamente, no es que sea necesario reconocer nuestra verdadera naturaleza pero aquí estamos hablando desde el contexto de la Unidad que se plasma con la forma de una habitación llena de personajes que buscan la Unidad, y por eso surge el tema de agotar la búsqueda. En una reunión como ésta, es como si apareciera un agujero en lo que solemos considerar “la realidad”. Podríamos distraernos poniéndonos a hablar de todo tipo de cosas fascinantes y pasamos así toda la tarde.

Y eso daría igual, ¿no?

Sí, daría igual, pero en cuanto salieras de aquí, de camino a casa, seguramente pensarías: “¡Menudo camelo de reunión!”. (Todos ríen.)

Nathan Gill