Ya no tengo más preguntas. Si te paras a pensar, te das cuenta de que es imposible que se puedan plantear más preguntas. Dicho de otro modo, hacer preguntas no es más que una forma de llegar a la conclusión de que te has quedado sin preguntas.
Exactamente, así es. De hecho, no existen respuestas, como tal, a las preguntas. Las respuestas que se dan no aclaran realmente las preguntas sino que lo que hacen, en realidad, es minarlas.
Desde el punto de vista del personaje que está involucrado en su búsqueda, las preguntas suelen tratar sobre el “yo”, sobre qué puede hacer para iluminarse o sobre cómo superar algunas dificultades que encuentra en el guión. Sin embargo, lo que sucede en realidad es que todas esas preguntas quedan minadas: aquí se apunta hacia aquello que ya existe y que es anterior al guión del “yo”. Es entonces cuando ese muelle se va destensando y las preguntas acaban desapareciendo. La vida es tal y como es.
El que hace la pregunta y la pregunta misma se fusionan en una misma cosa.
Ya lo son.
¡Tienes razón! (Se ríen.)