martes, 1 de mayo de 2012

Diálogo 7.2


Nathan, me gusta mucho tu forma de referirte a la Unidad en términos de “consciencia” y de “contenido de la consciencia”. Desde entonces, me doy cuenta de que o hay una consciencia que no se despista con nada o, de repente, me quedo sorprendida al darme cuenta de que he estado sumida en un torrente de pensamientos. ¿Podrías hablar un poco más de ese momento de “darse cuenta”?

Ese “darse cuenta”, aunque parezca formar parte de esta película y ser algo que realiza el personaje, en realidad sucede por sí solo. Sencillamente, en cada momento presente surge el reconocimiento de tu verdadera naturaleza. Puede que el “yo” venga y se vaya, o puede que no suceda nada.

Y lo único que hacemos es seguir percatándonos de la consciencia y de su contenido.

No es que “tú” sigas percatándote de eso. Como acabamos de decir, es algo que sucede de forma espontánea.

Es constatado pero sin un “alguien” que lo constate.

Sí. Lo que, inicialmente, aparece en la película en forma de comprensión intelectual se disuelve en el “saber” innato y, entonces, ya no se necesitan ni analogías ni entender nada: sólo se “reconoce” nuestra verdadera naturaleza de forma directa, inmediata y sin pensamientos.

Llega un punto en que uno deja atrás sus viejas “herramientas”.

Sí, y es cuando se reconoce que lo único que ha existido desde siempre es la Plenitud o la Unidad.

Nathan Gill

Kensington (Londres) Charla vespertina. Diálogo 7.1


Nathan, aunque estamos hablando de nuestra verdadera naturaleza, en realidad no existe nada que no lo sea. Todo es nuestra verdadera naturaleza porque todo es Conciencia, incluido ese “yo” que dice que no lo es o que hay algo que no puede conseguir…

Sí, aquí, estamos utilizando esta terminología porque esta pequeña escena de la película de la vida –la aparición de esta habitación llena de personajes- parece tratar sobre el hecho de reconocer que ya se está despierto al cien por cien. Durante casi todo el tiempo, la mayoría de los personajes de la película asumen que son “alguien”: por eso, el hecho de reconocer que nuestra verdadera naturaleza es Unidad no puede constituir una escena especial o importante dado que, si contamos el número de personajes que están escuchando este mensaje en esta habitación, nos daremos cuenta de que existen muchos más –otros muchos “alguien”- en muchos otros lugares viendo un partido de fútbol ahora mismo.

En relación con esa analogía tan utilizada de la película proyectada sobre una pantalla, ¿no hay algún ente divino que lo controle todo entre bambalinas, encendiendo y apagando las imágenes?, ¿o es que la película sencillamente sucede?

Esta película sigue su curso por sí sola. Lo “divino” es la película en sí. Tras la película no se esconde ningún ente que la esté proyectando. La película es la apariencia inmanente de la Unidad.

Entonces, en la película –en la representación teatral-, se puede diferenciar el punto de vista de la identificación con el pensamiento del “yo” del de después de haberlo desenmascarado, en el sentido de que, en el segundo caso, ya no es presa del espejismo de estar limitado por el contenido de la consciencia.

Sí, pero la cuestión no es que haga falta eliminar los pensamientos: los pensamientos forman parte del decorado y, cuando se los ve como tal, surge ese desahogo natural.

Yo siempre me había imaginado que se producía un gran cambio al desenmascarar al “yo”.

No necesariamente… En el caso de algunos personajes, puede producirse un reconocimiento repentino de que la Unidad es su verdadera naturaleza y, entonces –puede suceder, aunque no invariablemente-, ese hecho puede implicar una intensa sensación de dicha suprema, una especie de alivio exagerado al desaparecer la tensión. Sin embargo, dado que lo más usual es que al “personaje” de la película se le vaya cayendo la máscara de forma progresiva, ese alivio de la tensión asociada al hecho de creerse “alguien” también aflora de forma progresiva. Como no queda demasiada tensión acumulada, no es necesario que se produzca una “explosión” de dicha suprema.

Nathan Gill