Hay veces que estás tan absorto en la actividad que estás haciendo, que te olvidas completamente de ti mismo.
Sí, pero no es que tú estés absorto: sólo hay absorción.
Sin embargo, después, cuando sales de ese estado, por así decirlo, te acuerdas de que te has quedado absorto.
Porque reaparece el “yo”.
Entonces, supongo que se podría decir: “¡Quién estuviera absorto!”.
Sí, suele deberse a que ese ansiado despojarse del “yo” se manifiesta en forma de distracción, dentro de la película.
Somos justamente tal y como somos –eso es lo que tú dices- y el “yo” es parte íntegra de todo eso.
Sí, es un elemento natural del decorado. No hay ninguna necesidad de despojarse del “yo”, sencillamente se le quita la máscara.
Simplemente, se ve el “yo” tal y como es realmente.
Sí,
se constata que la tensión producida por la identificación con el “yo”
es lo que motiva la búsqueda de distracción o de escape. Pero, cuando se
ve en qué consiste realmente el “yo”, el guión se vive en el presente. A
veces puede resultar incómodo.
Y ese “sentirse
incómodo” es lo que provoca toda esa sensación de: No quiero esto:
quiero algo más. Quiero llegar de A a B”, es decir, el deseo de salirse
de esto y de conseguir otra cosa.
Sí, surge la incomodidad y, cada vez que se asume el “yo” –“Estoy incómodo”-, el “yo” quiere salir, escaparse.
Pero no hay forma de escaparse.
No hay nadie para escaparse: no es más que una idea.
Pero ¿por qué la consciencia opta por olvidarse tan completamente de sí misma?
No
hay absolutamente ninguna razón, de la misma forma que no hay ninguna
razón para que se proyecte una imagen en la pantalla. Simplemente, está
ahí: son una serie de imágenes que, aparentemente, constituyen un
relato, pero no son más que una serie de imágenes encadenadas que
aparecen en la consciencia.
Nathan Gill