domingo, 25 de marzo de 2012

Diálogo 6.16


Yo creía que los sentimientos eran producto de los pensamientos.

No, nada es el resultado de nada. Todas estas imágenes aparecen en el presente y se constatan en el presente, pero una no lleva a la otra: eso es el embelesamiento. Lo único que hay es una serie de imágenes que surgen, que parecen crearse unas a otras y que parecen estar entrelazadas.

Pero imaginemos que podemos desenmarañar todo eso y que, por un momento, dejamos los pensamientos al margen. Quitamos a los pensamientos de la escena y dejamos sólo los sentimientos. Lo único que queda entonces es una sensación: puede parecer que se siente en la zona del estómago, puede expresarse mediante el llanto o de otra forma, en otra parte del cuerpo… pero, sin la participación simultánea de los pensamientos, no suele durar mucho.

De hecho, el relato mental es lo único que parece prolongar esas sensaciones “más allá” del presente –hacerlas durar- y a eso le ponemos la etiqueta de “sufrimiento”. Es una historia con una infinita capacidad de distracción de la atención. Sin embargo, cuando se ven todas esas imágenes con objetividad, pierden su poder de embelesamiento: puede que sigan brotando potentes sentimientos pero ya no tienen la capacidad de distraernos. El relato mental que los acompaña queda desenmascarado.