lunes, 19 de septiembre de 2011

Diálogo 3.14

Sin embargo, a veces la identificación se mantiene viva con asuntos como, por ejemplo, la educación de mi hija: cómo intento controlarle la vida... Interiormente, sé que el individuo no existe y que nada tiene verdadera importancia pero, por otra parte, es como si yo decidiera regañar a mi hija cada tarde porque no hace los deberes del colegio. Al final, todo eso refuerza enormemente el "yo", el "ella", los deseos... y la idea de que existe un "yo" que puede hacer cualquier cosa.


Claro que sí. Si sólo fuera cuestión de tener pensamientos honestos, sería como si todo estuviera preconcebido, ¿no crees? Sin embargo, en la película de la vida, los pensamientos suelen surgir de la mano de los sentimientos y, a menos que (al igual que con los pensamientos) puedan contemplarse con objetividad, como elementos que forman parte del decorado de esta película, consiguen que el relato mental resulte convincente.


Efectivamente, y eso me ayuda mucho porque, en el caso de los pensamientos, se puede contemplar cómo llegan y se van pero, si tienen una carga emocional, resultan muy absorbentes.


Ésa es la naturaleza de esta película: al principio, se produce una identificación total con el personaje pero, después, se ve que es una película y se revela ese desahogo: todo es, sencillamente, tal y como es. Entonces, las discursiones con nuestras hijas por los deberes dejan de plantearnos un dilema y pasan a ser, sencillamente, algo que sucede en el momento presente.

Nathan Gill