martes, 2 de noviembre de 2010

Vida espiritual


Para la claridad, la vida espiritual no reviste especial importancia: simplemente forma parte de la película de la vida. Sin embargo, suele confundirse con un requisito para alcanzar la claridad a causa de lo que, en esa representación, aparece como la evolución del individuo, que progresa hacia etapas más “elevadas” o refinadas de la vida.

El personaje corriente, que se ocupa de los asuntos cotidianos de la vida humana, puede interesarse por la religión o el desarrollo personal; puede comenzar incluso a buscar la Iluminación o desarrollar un interés por el no dualismo. No obstante, esta progresión no es necesaria para que la claridad aparezca: la claridad puede aparecer en cualquier momento y en cualquier personaje de la representación. Ninguna etapa aparente de esa representación teatral que es la vida puede producir claridad y, en ese sentido, el conocimiento advaita no tiene una capacidad especial para crear una situación de claridad superior a la de cualquier otra faceta de la representación.

La vida espiritual se basa en la presunción de individualidad y en la fusión con el todo como objetivo a alcanzar. Consecuentemente, en la representación de la vida se despliega una diversidad de exóticos métodos y técnicas para alcanzar ese proyecto de reunión, para que el individuo “se purifique”, para deshacerse el “yo”, para iluminarse…

Lo que, en cada etapa de la búsqueda, no suele entenderse es que el individuo –papel protagonizado por ti, que eres Conciencia- ya que es lo que anda buscando: no hay nada que pueda convertir al buscador en algo más de lo que ya es.
La búsqueda, así como todos los métodos y las técnicas empleadas, existe por la misma razón que existe cualquier otro papel de la obra: surge por el mero hecho de surgir, simplemente es parte de la obra.

La claridad no establece “requisitos” espirituales. La Conciencia en forma de una persona sentada en la postura del loto, visualizando una luz azul en los genitales, imaginando que inhala el universo en el plexo solar al respirar, cantando om y ascendiendo por la columna vertebral hacia el loto de los mil pétalos no tiene más oportunidades de fusión que la Conciencia en forma de un drogadicto metido en un gueto. En ambos casos, la Conciencia ya está perfectamente presente, por lo que la fusión no es necesaria ni posible.

La vida espiritual impone muchas condiciones al individuo “impuro” y “separado” de la Totalidad: formas especiales de meditación, conductas adecuadas, ceremonias, dietas, una determinada conducta sexual, la destrucción del ego, la cesación de los pensamientos, alcanzar la quietud, entregarse al guru…

La Conciencia, al ser ya Conciencia en todas y cada una de sus formas en que aparece, no tiene ninguna necesidad de seguir una dieta vegetariana, de mantenerse soltero, de practicar sexo tántrico, de hacer meditación o de tener un guru. La Conciencia ya es todo eso. Si surge un interés por los cantos, la meditación, la dieta vegetariana o el sexo tántrico, genial, pero eso no te va a ayudar a reconocer lo que ya eres.

La atención del personaje puede enfocarse en planos y en ámbitos exóticos: puede ver el incesante proceso de creación y disolución del universo a nivel atómico y experimentar la eterna y extasiante unión cósmica de Shiva y Shakti.
Sin embargo, cuando regreses, no te olvides de ir a trabajar, de pagar el recibo de la luz y de limpiar el váter.

Tú, Conciencia, también apareces en tu obra teatral en forma de diversos individuos que representan el papel de profesores, maestros o gurus. En algunos casos, puede que haya tenido lugar o que se siga produciendo un acontecimiento tras cendental que el individuo considera su “Iluminación”. Si el individuo seguía a un guru o practicaba determinadas enseñanzas antes de ese acontecimiento, es posible que transmita a sus seguidores que las creencias y los métodos que tenía entonces constituyen “la verdad”.

Nathan Gill