miércoles, 23 de noviembre de 2011

Diálogo 5.9

Entonces, si seguimos con la analogía de la pantalla de cine, podríamos decir que puedes contemplar todos los problemas en esa pantalla pero ya no son tuyos.

Exacto.

Lo que pasa es que, aunque se esté viendo una película, uno puede seguir empalizando e identificándose con lo que ve.

Te puedes involucrar completamente y, por esa razón, parece que son “tus” problemas.

O sea que es como si, cuando estás en el cine, te metes tanto en la película que te olvidas de ti mismo.

Si.

Te “metes” completamente en la película pero, a veces, puedes “salirte” mentalmente y pensar: “Acuérdate de que estás viendo una película”, como cuando alguien desenvuelve un caramelo o lo que sea, y el ruido del papel te saca de la película.

Así es, exactamente. ¡Eso es lo que está pasando hoy aquí, que has ido al cine y hay alguien que no para de hacer ruido desenvolviendo caramelos! (Todos ríen.)

Entonces, ¿cómo podemos acordarnos de hacer ruido desenvolviendo caramelos?

“Tú” no te puedes acordar. Ese “tú” es el embelesamiento que desaparece cuando se produce el ruido al desenvolver el caramelo y eso se introduce en la película del reconocimiento de tu verdadera naturaleza; en otras ocasiones, estás inmersa en ella. El hecho de desenvolver los caramelos sucede cuando sucede: no se puede escoger cuándo.

Supongo que la pregunta, en cierto modo, es: “¿Qué es lo que lo convierte en permanente?”.

Nada lo convierte en permanente.
Dentro de la película, la búsqueda de la “permanencia” se traduce en una agitación que parece impedir dicha permanencia. Ni tú ni nadie hace nada ahí: todo sucede espontáneamente.

¿Podemos reconocer nuestra propia naturaleza leyendo este mensaje en un libro o escuchándolo en una grabación a tres mil kilómetros de aquí?

Por supuesto, no hay ninguna necesidad de estar en la habitación en la que un personaje está diciendo todo esto, aunque puede dar la sensación de que eso constituye una ayuda. Con respecto a la película, no parece que la lectura de todos esos libros sobre la no dualidad, el advaita y demás, ofrezca tantas “ventajas” como el hecho de interactuar directamente con alguien. Desde el punto de vista del que está identificado con el personaje, el libro puede pasar a ser, perfectamente, un elemento más del relato del “yo” hasta el punto de pensar: “me he iluminado” o “He despertado”.
Sin embargo, cuando estamos en una habitación, en ese cine en el que se escucha el ruido de los envoltorios de los caramelos, no resulta fácil que pase a constituir un elemento más del relato como en el caso del libro porque, aquí, siempre se te recuerda tu verdadera naturaleza de forma directa. Se da la vuelta a todas las preguntas para apuntar hacia la Unidad, hacia el presente: las preguntas suelen incluir un componente del “yo” pero las respuestas que se obtienen no provienen de ese punto de vista. El hecho de apuntar hacia algo de forma directa e inmediata siempre consigue socavar al “yo”.

Nathan Gill