Entonces, si seguimos con la analogía de la pantalla de cine,
podríamos decir que puedes contemplar todos los problemas en esa
pantalla pero ya no son tuyos.
Exacto.
Lo que pasa es que, aunque se esté viendo una película, uno puede seguir empalizando e identificándose con lo que ve.
Te puedes involucrar completamente y, por esa razón, parece que son “tus” problemas.
O sea que es como si, cuando estás en el cine, te metes tanto en la película que te olvidas de ti mismo.
Si.
Te
“metes” completamente en la película pero, a veces, puedes “salirte”
mentalmente y pensar: “Acuérdate de que estás viendo una película”, como
cuando alguien desenvuelve un caramelo o lo que sea, y el ruido del
papel te saca de la película.
Así es,
exactamente. ¡Eso es lo que está pasando hoy aquí, que has ido al cine y
hay alguien que no para de hacer ruido desenvolviendo caramelos! (Todos
ríen.)
Entonces, ¿cómo podemos acordarnos de hacer ruido desenvolviendo caramelos?
“Tú”
no te puedes acordar. Ese “tú” es el embelesamiento que desaparece
cuando se produce el ruido al desenvolver el caramelo y eso se introduce
en la película del reconocimiento de tu verdadera naturaleza; en otras
ocasiones, estás inmersa en ella. El hecho de desenvolver los caramelos
sucede cuando sucede: no se puede escoger cuándo.
Supongo que la pregunta, en cierto modo, es: “¿Qué es lo que lo convierte en permanente?”.
Nada lo convierte en permanente.
Dentro
de la película, la búsqueda de la “permanencia” se traduce en una
agitación que parece impedir dicha permanencia. Ni tú ni nadie hace nada
ahí: todo sucede espontáneamente.
¿Podemos
reconocer nuestra propia naturaleza leyendo este mensaje en un libro o
escuchándolo en una grabación a tres mil kilómetros de aquí?
Por
supuesto, no hay ninguna necesidad de estar en la habitación en la que
un personaje está diciendo todo esto, aunque puede dar la sensación de
que eso constituye una ayuda. Con respecto a la película, no parece que
la lectura de todos esos libros sobre la no dualidad, el advaita y
demás, ofrezca tantas “ventajas” como el hecho de interactuar
directamente con alguien. Desde el punto de vista del que está
identificado con el personaje, el libro puede pasar a ser,
perfectamente, un elemento más del relato del “yo” hasta el punto de
pensar: “me he iluminado” o “He despertado”.
Sin embargo, cuando
estamos en una habitación, en ese cine en el que se escucha el ruido de
los envoltorios de los caramelos, no resulta fácil que pase a constituir
un elemento más del relato como en el caso del libro porque, aquí,
siempre se te recuerda tu verdadera naturaleza de forma directa. Se da
la vuelta a todas las preguntas para apuntar hacia la Unidad, hacia el
presente: las preguntas suelen incluir un componente del “yo” pero las
respuestas que se obtienen no provienen de ese punto de vista. El hecho
de apuntar hacia algo de forma directa e inmediata siempre consigue
socavar al “yo”.
Nathan Gill