En ausencia del “yo” hay quietud. Entonces, reaparece el “yo” y proclama que él ha tenido una experiencia de quietud. En realidad, lo único que existe es el hecho de experimentar, de saber, de ver, lo cual es “quietud”, aunque también lo es la aparición del “yo” como parte del decorado de la obra teatral de la vida.
Por tanto, la quietud no es una experiencia pero tampoco es otra cosa. Sólo existe el hecho de experimentar –sin ningún sujeto que lo experimente- lo cual equivale, sencillamente, a “lo que es”, y ello incluye también cualquier aparición que haga el “yo” con su configuración actual.
Pero uno tiende a querer quedarse en esa espaciosidad.
Sí, pero también puede suceder que, cuando uno se da cuenta de que surge ese deseo de quedarse ahí, el “yo” ya se haya recuperado en lugar de seguir desenmascarado.