Así, no hay todo ese lastre de una persona que es la
responsable del mundo o del personaje. A mí, personalmente, me resulta de gran
ayuda pensar que no hay un responsable de lo que se hace. “Yo no creo mi vida,
no controlo las cosas”: ese pensamiento me libera de culpabilidad, de creer que
debo hacer algo para cambiar algo. A excepción de lo que comenté antes sobre mi
hija, (ver entrada 3.14) que es un poco peliagudo por la carga emocional que
conlleva, lo demás resulta cada vez más fácil.
Claro, desde el punto de vista del que se identifica con el
personaje en la película de la vida, algunos conceptos, como no adjudicarse la
autoría de nada, resultan muy útiles cuando empiezan a introducirse en el guión,
porque se suelta mucho lastre. Por tanto, cuando se desarrolla la comprensión
intelectual –aun manteniendo la identificación con el personaje-, ese tipo de
conceptos aportan mucha relajación dentro de la película. No obstante, la
comprensión intelectual nunca desembocará en ningún tipo de despertar del sueño
de la identificación con el personaje porque la comprensión intelectual forma
parte de la película y, sencillamente, queda obsoleta cuando surge el “saber”
innato.
Entonces, Nathan, cuando te encuentras con personas que están
profundamente metidas en el guión o en sus sueños, que no son conscientes o no
se dan cuenta de nada de lo que estamos hablando aquí, ¿no te entran ganas de
revelarles algo de todo esto?
Ni remotamente: no.
¿Crees que resultaría peligroso?
No sé si sería peligroso pero, probablemente, todo esto les
sonaría a chino, ¿no te parece? Cualquier impulso por explicar algo a “los demás”
implica fortalecer el cuento de este personaje que os habla y, cuando se le ha
quitado la máscara, todo eso deja de tener importancia. No hay nada
absolutamente malo en el hecho de que esos “otros” personajes aparentes estén
embelesados con su papel. La
Conciencia aparece y ya está despierta, con la forma de todos
y cada uno de los personajes, aunque sin que se reconozca. Por tanto, cuando
surge el reconocimiento, ya no hay ninguna necesidad ni ninguna planificación
de hacer nada al respecto.
Tal vez, si el embelesamiento se desmorona de forma
espectacular, puede surgir un pensamiento del tipo: “¡Caramba! ¡Esto es una
revolución! ¡Es absolutamente impresionante! ¡Se lo tengo que contar a todo el
mundo!”, pero apenas hay personajes a quienes les pueda interesar. ¿Y por qué
les iba a interesar? La Conciencia
ya está despierta con la forma de todos y cada uno de los personajes, y no
tiene ningún interés en reconocerse a sí misma como Conciencia. En estas
charlas, se plantean preguntas y surgen respuestas, pero no son más importantes
que cualquier otra conversación cotidiana dentro de la película.
¿Quieres decir con eso que, a ti, ese tipo de interacciones
te resultan igual de entretenidas?
Claro que sí. En una barbacoa, se habla, generalmente, de
cosas materiales, de cotilleos sociales, y tú vas y participas. En la película,
como tú vas de buscador serio, metido en el camino, andando “por el filo de la
navaja”, esas conversaciones triviales son tabú. No debes leer novelas: ¡sólo
los libros “espirituales” que acaban de salir! Sin embargo, cuando se termina
todo eso, todo lo que surge está bien; cuando se le quita la máscara al “yo”,
todo ese espectáculo de la búsqueda fallece de muerte natural.
Ya no tengo tantos motivos para seguir viniendo a estas
charlas, pero el caso es que sigo viniendo… para pasar el rato.
Bueno, tómatelo como su fueras a un club a aprender a jugar
al billar. No dejarás de ir al club cuando le hayas cogido el tranquillo al
juego; seguirás apareciendo por allí para pasar el rato, tomarte una cañita y
echar una partida.
Me gusta ese ejemplo. ¿Dónde están las cañitas?
Nos las hemos tomado con la comida. (Todos ríen.) Bueno,
creo que hemos terminado por hoy.
Gracias, Nathan.
Gracias por todas estas excelentes preguntas.
Nathan Gill