sábado, 8 de octubre de 2011

Diálogo 3.24


Así, no hay todo ese lastre de una persona que es la responsable del mundo o del personaje. A mí, personalmente, me resulta de gran ayuda pensar que no hay un responsable de lo que se hace. “Yo no creo mi vida, no controlo las cosas”: ese pensamiento me libera de culpabilidad, de creer que debo hacer algo para cambiar algo. A excepción de lo que comenté antes sobre mi hija, (ver entrada 3.14) que es un poco peliagudo por la carga emocional que conlleva, lo demás resulta cada vez más fácil.

Claro, desde el punto de vista del que se identifica con el personaje en la película de la vida, algunos conceptos, como no adjudicarse la autoría de nada, resultan muy útiles cuando empiezan a introducirse en el guión, porque se suelta mucho lastre. Por tanto, cuando se desarrolla la comprensión intelectual –aun manteniendo la identificación con el personaje-, ese tipo de conceptos aportan mucha relajación dentro de la película. No obstante, la comprensión intelectual nunca desembocará en ningún tipo de despertar del sueño de la identificación con el personaje porque la comprensión intelectual forma parte de la película y, sencillamente, queda obsoleta cuando surge el “saber” innato.

Entonces, Nathan, cuando te encuentras con personas que están profundamente metidas en el guión o en sus sueños, que no son conscientes o no se dan cuenta de nada de lo que estamos hablando aquí, ¿no te entran ganas de revelarles algo de todo esto?

Ni remotamente: no.

¿Crees que resultaría peligroso?

No sé si sería peligroso pero, probablemente, todo esto les sonaría a chino, ¿no te parece? Cualquier impulso por explicar algo a “los demás” implica fortalecer el cuento de este personaje que os habla y, cuando se le ha quitado la máscara, todo eso deja de tener importancia. No hay nada absolutamente malo en el hecho de que esos “otros” personajes aparentes estén embelesados con su papel. La Conciencia aparece y ya está despierta, con la forma de todos y cada uno de los personajes, aunque sin que se reconozca. Por tanto, cuando surge el reconocimiento, ya no hay ninguna necesidad ni ninguna planificación de hacer nada al respecto.

Tal vez, si el embelesamiento se desmorona de forma espectacular, puede surgir un pensamiento del tipo: “¡Caramba! ¡Esto es una revolución! ¡Es absolutamente impresionante! ¡Se lo tengo que contar a todo el mundo!”, pero apenas hay personajes a quienes les pueda interesar. ¿Y por qué les iba a interesar? La Conciencia ya está despierta con la forma de todos y cada uno de los personajes, y no tiene ningún interés en reconocerse a sí misma como Conciencia. En estas charlas, se plantean preguntas y surgen respuestas, pero no son más importantes que cualquier otra conversación cotidiana dentro de la película.

¿Quieres decir con eso que, a ti, ese tipo de interacciones te resultan igual de entretenidas?

Claro que sí. En una barbacoa, se habla, generalmente, de cosas materiales, de cotilleos sociales, y tú vas y participas. En la película, como tú vas de buscador serio, metido en el camino, andando “por el filo de la navaja”, esas conversaciones triviales son tabú. No debes leer novelas: ¡sólo los libros “espirituales” que acaban de salir! Sin embargo, cuando se termina todo eso, todo lo que surge está bien; cuando se le quita la máscara al “yo”, todo ese espectáculo de la búsqueda fallece de muerte natural.

Ya no tengo tantos motivos para seguir viniendo a estas charlas, pero el caso es que sigo viniendo… para pasar el rato.

Bueno, tómatelo como su fueras a un club a aprender a jugar al billar. No dejarás de ir al club cuando le hayas cogido el tranquillo al juego; seguirás apareciendo por allí para pasar el rato, tomarte una cañita y echar una partida.

Me gusta ese ejemplo. ¿Dónde están las cañitas?

Nos las hemos tomado con la comida. (Todos ríen.) Bueno, creo que hemos terminado por hoy.

Gracias, Nathan.

Gracias por todas estas excelentes preguntas.

Nathan Gill