domingo, 9 de octubre de 2011

Diálogo 4.1 Conversación telefónica con la mujer del Norte

Yo no puedo percatarme de que existe la consciencia, con su contenido, ¿verdad?

No, percatarse es un hecho espontáneo, propio del desarrollo de la película de la vida, mediante el cual reconocemos la Unidad –nuestra verdadera naturaleza- sirviéndonos del personaje del guión. El embelesamiento con el contenido queda evidenciado: se reconoce que la consciencia existe simultáneamente con su contenido, los dos aspectos de la Unidad.

Sí, porque, si no existiera la consciencia, el contenido no podría existir. Esta pared no existiría si no hubiera consciencia de ella.

Sí, pero lo más importante es que surgen de forma simultánea. Son, sencillamente, dos aspectos de una sola cosa: Unidad, la Plenitud. ¡Es la pared que se está viendo a sí misma!

Efectivamente, pero tú ya has vivido, con anterioridad, en el mundo y lo veías como yo lo veo ahora, ¿verdad?

Bueno, “nosotros” somos apariciones de la Unidad. De este lado, no se ve nada de forma distinta. Lo único que sucede es que a los pensamientos se les ha caído la máscara. El embelesamiento con ese aspecto de la Unidad que constituye el contenido ha dejado de ser el tema exclusivo. Todo lo que aparece sigue viéndose igual, sólo que el relato mental ha pasado a formar parte del paisaje en lugar de ser un “filtro” –como resulta ser cuando existe la identificación con el “yo”-.

Algo así como parecer que eres una persona, un individuo, que está mirando a una pared.

Exacto.

¿Tú has experimentado eso?

Aparentemente, eso sigue siendo igual ahora. Esa sensación de separación, de que una persona está mirando a una pared, resulta funcional: funcional dentro de la obra de teatro, como parte del guión. Sin esa aparente distancia y separación, la obra no podría representarse.

De acuerdo. Por tanto, ¿no hay nada malo en sentir que se está mirando una pared?

En absoluto.

Nathan Gill