martes, 4 de octubre de 2011

Diálogo 3.22


Entonces, las cosas por las que te has interesado hasta ahora –cualquiera de esas cosas pero, básicamente, cuestiones intelectuales como la filosofía, por ejemplo-… ¿Todo eso desaparece?

Todo lo que esté relacionado con el funcionamiento de esta vida desde la perspectiva del personaje queda obsoleto. Existe la vida, tal y como es, pero intentar entenderla de alguna manera constituye una búsqueda del que está identificado con el personaje. No hay más que la película que aparece en la pantalla.

Ahora bien, desde un punto de vista práctico, si hablamos de hobbies como tricotar, la jardinería, la arqueología o algo así, es posible que se sigan haciendo porque el personaje tiene ciertas tendencias y con esas actividades no se intenta encontrar una forma de escapar del guión de la película sino que constituyen un mero pasatiempo dentro de ella. Sin embargo, todo lo que tenga que ver con salirse de la película e intentar encontrarle un sentido queda obsoleto, deja de despertar interés.

Pero la película prosigue tal cual, no puede ser de otra manera. Todo coexiste.

Por supuesto.

Y la representación teatral se mantiene.

Claro, puede que continúe con el “relato”, pero ya se le ha quitado la máscara: el embelesamiento ha dejado de hipnotizarnos. La vida de este personaje sigue manifestándose pero el personaje en sí se ha quedado sin motivos para escapar de la película porque ya la ve como es realmente. La Unidad ya existe, tanto si hay en ella un guión que se está desarrollando como si no. Puede que el relato se mantenga pero se sabe que no es más que eso –un cuento-, y por eso se puede llevar una vida corriente.

Sin embargo, a quien está identificado con el personaje de la película, esa “vida corriente” le parece algo extraordinario: esa ausencia de tensión o de agitación existencial le parece algo extraordinario.

Si se produce una ausencia repentina de autoconciencia, es probable que el desahogo brote en forma de éxtasis, por ejemplo. Sin embargo, en lo que aparece ahora en forma bajo la forma de “lo corriente”, ya no existe motivo alguno para buscar esa dicha suprema ni nada más: la búsqueda ya ha sido desenmascarada. Todo forma parte del guión de la película. En ese desahogo, no hay ninguna necesidad de buscar nada.

¿Ese desahogo es, en parte, un reconocimiento de que no hay nada que hacer ni nada que se pueda hacer?

Todo es perfecto tal y como es, de por sí. A ese “yo” que se pondría a hacer algo ya se le ha quitado la máscara. Cuando acaba esa búsqueda de algo que hacer, de alguna forma para cambiarlo todo, no se crea o se genera el desahogo o la paz interior: es algo que ya existe de por sí pero ha estado velado por el embelesamiento.

Nathan Gill