No, no… Por tanto, no hay ningún problema con que brote el
pensamiento del “yo”: como bien dices, forma parte del decorado. Sin
embargo, lo pasamos por alto y el relato parece real.
Exacto.
El pensamiento del “yo” no es el problema sino el hecho de que se pase por alto.
Así es.
Pero uno no tiene el control sobre nada. Todo sucede, simplemente, ¿no es así?
Sí, por eso, todo lo que sucede aquí es una descripción, no una prescripción.
Pero, desde mi “yo”, da la sensación de que tú tienes un efecto sobre lo que acontece.
Exacto.
Y,
entonces, surge este pensamiento: “Bueno, yo no provoco ningún efecto.
Todo acontece, sencillamente”, pues no puede existir un efecto si no ha
existido otro momento en el que existiera la causa, y sólo existe lo que
está sucediendo ahora.
Sí, en esta obra teatral,
eso es lo que llamamos comprensión intelectual: el reflejo del “saber”
innato. Sigue habiendo un “yo” que comprende y eso, en el guión, parece
que tiene un efecto liberador.
Por tanto, si soy
consciente de eso, es porque ya no considero que yo pueda influir de
alguna manera sobre lo que vaya a suceder.
Así es.
En cierto modo, no es muy agradable pensar que tú no influyes en nada.
Ya,
pero es que ahora nos hemos vuelto a meter en el relato mientras que,
en realidad, ese “yo” que quiere influir sobre algo no es más que una
parte de lo que está sucediendo en el momento presente.
Por tanto, se convierte en algo que simplemente constata, en lugar de intentar comprender.
Sí, pero no eres “tú” quien lo constata: simplemente se constata.
Nathan Gill
(Ya estás despierto)